martes, 12 de julio de 2011

Aceptar

    Aceptar es el primer paso para cambiar… lo que sea. Aceptar es el Gran Portal que nos permite asomarnos al cambio. Algunas personas me dicen ¿Cómo voy a aceptar “eso”? Es que no lo quiero, no me gusta, lo odio, no lo soporto, es como una condena, es muy duro. “Eso” es cualquier cosa para nosotros desagradable, por supuesto, que provoca en nosotros culpa, miedo, apegos, tristeza, rabia, insatisfacción... Que sea para nosotros desagradable o nos cause miedo no quiere decir que lo sea.  Aceptar es ver la realidad de nuestro entorno. Las cosas agradables y positivas también pueden generar conflictos y no aceptarse por sí mismas, sólo porque son un avance y eso hace que nos tengamos que recolocar. Un cambio en cualquier sentido hace que nos tengamos que adaptar, nos saca de lo conocido, de la comodidad de “tenerlo todo controlado”. Y a veces no queremos que nos muevan. Pero todo cambio es siempre para mejor, nos hace descubrir una parte de nosotros mismos que desconocíamos, a veces turbia, pero que al salir a la luz podemos transformarla. Salir de nuestro pequeño yo nos hace experimentar una visión más amplia que nos ayuda a pasar por esos momentos de fuego, y con la aceptación conseguimos la paz interior con la que alcanzamos las grandes o pequeñas ideas, siempre geniales, para poder sobrellevar lo que nos acontece.
    
    Tener una enfermedad crónica, que un familiar ya no esté con nosotros, que no te has enterado de que naciste para martillo y el cielo te manda clavos... Si nos abrimos a la aceptación podremos vivir el dolor de la pérdida y recuperar la alegría de vivir. La oportunidad de ser felices compartiendo experiencias con los que sí están con nosotros, de encontrar nuevas aptitudes y capacidades porque la enfermedad crónica nos limita en las capacidades conocidas, si es que a tu vida no le encuentras sentido sin duda se pierden muchas oportunidades. Si aceptamos esa enfermedad que nos machaca quizás hagamos lo necesario para que sea menos dolorosa y nuestra creatividad se desarrolle. Si por fin aceptas que naciste para martillo, bendecirás todas las veces en las que te “llueven” clavos.  

    Los “para qué aceptar” ya están enumerados. No aceptar puede llevarnos a un punto incómodo en grado superlativo, más que incomodísimo, insostenible. Nos puede llevar a la muerte prematura o a la muerte en vida.
    ¿Para qué no aceptar? Para eludir nuestra responsabilidad, para tener una excusa, para que los demás estén pendientes de ti, para no disfrutar de la vida como merecemos, para castigarnos a nosotros y de paso a los demás. 

    Aceptar no significa que las cosas se resuelvan solas, sólo es el primer paso para poder cambiar precisamente "eso" que no nos gusta o cambiar la actitud con la que gestionamos las cosas que no son como queremos. También para disfrutar mejor los cambios agradables.
    Adaptarnos a los cambios que pueden surgir en nuestro entorno sólo es posible si aceptamos. Es como quitarse y ponerse ropa según se sienta frío o calor. Esta acción nos la han enseñado desde pequeños, y con el tiempo se convierte en algo mecánico. ¿Parece sencillo con este ejemplo pero no es tan sencillo con el resto? ¿Desde cuando vamos con el piloto automático puesto?  Si en nuestro entorno hemos vivido cómo los demás gestionan las dificultades apagando fuegos, poniendo parches, dando las cosas por sentado, no hemos tenido un ejemplo del que aprender.  Aprendamos por nosotros mismos mediante la observación de personas que ejemplifican superación de ese determinado obstáculo, o busquemos ayuda de un profesional para que nos guíe. 

    Todos somos diferentes y necesitamos nuestras propias respuestas, nadie como nosotros para saber qué necesitamos si reflexionamos con honestidad. Si nos encontramos desorientados o atascados busquemos ayuda de un profesional que nos conduzca a descubrir nuestra guía interna, nuestra esencia.