lunes, 14 de diciembre de 2015

El Espíritu de la Navidad

     Hay una constante en la Vida y en toda vida y es el cambio. Todo cambia. La experiencia hace que quedemos transformados y, ahora lo sabemos científicamente, dónde pongamos nuestra atención cambian los efectos. Todo está en continua evolución y lo que en el pasado, ayer mismo o hace unos minutos, dábamos por válido en este momento puede haber cambiado.
     Pertenezco a la generación del baby boom en España y en los últimos tiempos he visto cómo la época de la Navidad se ha ido transformando para muchas personas en motivo de consumismo exacerbado carente de cualquier otra faceta. A muchas otras personas les invade un sentimiento nostálgico con una mezcla de tristeza y rabia por los que no están ya con ellos y con los que no pueden compartir esos momentos ni otros o porque quizás no la pueden celebrar como piensan que quieren hacerlo. Parece más raro encontrar personas a las que les gusten estas fechas, o que encuentren un sentido metafísico, más allá de lo físico, espiritual e incluso religioso.
     La celebración de estas fechas hay que ir a buscarla lejos en el tiempo y de las religiones y en un acontecimiento astronómico.  En el solsticio de invierno siempre se veneró al sol, el nacimiento, el triunfo de la luz, pues a partir de ese momento los días son más largos y nos preparamos para recibir los dones de la Tierra. Los romanos lo celebraban ya y fue Julio César el emperador que decretó el día 25 de diciembre como celebración del "nacimiento del sol inconquistado" comenzando los festejos desde el día del solsticio hasta el 25 de diciembre. El emperador Constantino I dejó esta fecha como nacimiento de Jesús por estar considerado como "la Luz del Mundo".

    El conocimiento de este Ángel Solar ha hecho que en los países nórdicos le atribuyan cuerpo físico siendo Santa Klaus o San Nicolás o Papá Noel, que nos visitaba con sus regalos como recordatorio de que finalizan los días en los que las horas de oscuridad ganan en número a las horas de luz, y de que comenzaba nuevamente el periodo de gestación que para la Tierra culmina en la primavera con sus flores y más tarde sus frutos. Quizás porque se nos hacen largos los periodos de oscuridad que favorecen la introspección y el mirar hacia adentro necesitamos un ritual para saber que eso llega a su fin y que ya hay un comienzo apenas perceptible. Celebrar estos momentos con regalos y reuniéndonos con familiares y amigos es un anticipo de las sensaciones que volveremos a experimentar de forma más intensa en la primavera, en la que nos apetece más relacionarnos, es una energía que nos rodea en estas fechas desde siempre y que provoca, si la aceptamos, una apertura del corazón hacia las bondades del Universo. Es posible que suene a cuento ¿y qué? Si para nuestro inconsciente que algo sea real, imaginario, virtual o simbólico es lo mismo e igualmente produce cambios en nuestro organismo yo me rindo ante la posibilidad de mejoría y bienestar ¿y tú?

Patrón electrónico: Estrella de 9 puntas

    Podemos, si queremos, dejar de lado los juicios y prejuicios e ideas preconcebidas con las que miramos a este periodo, la Navidad, para aceptar lo favorecedor del cambio y los dones que la Vida nos trae de manera  natural. Podemos armonizar nuestro espacio vital ordenando, limpiando y arreglando lo que funcione mal, tirando lo que ya no sirve. Quemar incienso y poner música relacionada con la Navidad ayuda a atraer y asentar mejor estas nuevas energías. Nuestra mente entonces está más receptiva, mejor dispuesta a desear el bien común y particular y vernos a nosotros y a los demás con ojos renovados.





    Estos dos temas musicales pueden ayudar a atraer y encender en nosotros el Espíritu de la Navidad para así renovarnos en el nuevo ciclo que comienza:
Blanca Navidad, Andrea Bocelli
Danza del hada de azúcar de El cascanueces de Tchaikovsky